Por Luis Aníbal Medrano S.
Si de algo nos sentimos orgulloso, es de pertenecer a una organización política encabezada por una mayoría de jóvenes con visión de futuro, con conciencia plena de la labor política y social que deben desempeñar de cara a estos nuevos tiempos donde, por obligación, el ejercicio de esa ciencia debe estar pautado con criterio distantes a como se practicaba anteriormente, y de esa manera cumplir con el compromiso social histórico que le asignó las circunstancias.
Un Partido Revolucionario Moderno no puede ser solamente de nombre, debe y tiene que ser también en la práctica, en el día a día, lógicamente, sin desdeñar las figuras jóvenes-maduras (así definimos a los sesentones y tanto) que, en pleno ejercicio de sus derechos y deberes constitucionales, cohabitan en ese conglomerado político en el que de una manera u otra ayudaron a confeccionar la hazaña de lograr el poder con menos de seis años de fundado.
Pero es fundamental especificar que en el libre juego de la democracia, se permiten muchas acciones en los partidos políticos, como por ejemplo: llegar a uno y aspirar a posiciones cimera sin haber agotado el debido proceso de adaptación, compenetración y autenticar su nueva militancia partidista.
Entonces, es así que se debe considera como algo correcto y de profundo significado para la causa del gobierno del cambio, la advertencia por resolución de que todo aquel con oscuro pasado, con riqueza de dudosa procedencia a pesar del tiempo, o que tenga casos graves en la justicia, no podrá optar por una candidatura a cargo electivo por la organización del dedo pulgar para arriba. Mucho menos, gente que lo que no tiene en su doble vida, es liderazgo, (añadimos nosotros).
No se corresponde con la honestidad, que una persona invierte cuantiosos recursos que se sabe de antemano no recuperará, al menos que la diputación con la que sueña la quiera utilizar para otros fines que no sean legislativos. Para ser diputado, en los gobiernos del cambio, y eso lo advertí en entregas anteriores, se tiene que desprender del chaleco de la ambición y la avaricia, porque este es un gobierno de un presidente que no compra leyes, ni con dinero ni con prebendas.
Son muchos los diputados que tienen que rascarse con sus propias uñas, utilizar sus recursos personales para cumplir compromisos con sus acólitos y prestar unas que otras ayudas. Esto se da con dos indicadores: vocación de servicio y ser auténticamente doliente del mal ajeno o poseer riqueza que no son fruto del trabajo, del sudor del cuerpo entero y no le duela gastarlo. Confieso pensar que del primer indicador son la mayoría, que no todos son truqueros, ni tramposos.
Tengo la ligera sospecha de que la conformación de los bloques legislativos oficialistas que surjan de las urnas en las elecciones venideras del 2024, serán ejemplares, confiables, dignos representantes de la militancia que aboga por seguir construyendo el cambio, mucho más allá del próximo cuatrienio, y la razón fundamental es, que tengo la plena confianza de que no se colarán macos, cacatúas, serpientes y escorpiones disfrazados, fruto de las medidas adoptadas por la dirección nacional del Partido Revolucionario Moderno(PRM)
Lo que salga de la próxima convención interna perremeista y posteriormente de las elecciones congresuales que se avecinan, tendrá que ser un Congreso para el cambio, un Congreso para la historia, un Congreso para cristalizar las aspiraciones de las grandes mayorías, un país vivible para todos donde los capos políticos desaparezcan, donde se cambien la forma de hacer política, como anhela el tocayo presidente Luis Abinader.
Aprobado…
El autor es periodista, municipalista y político.