“Sí, juro”, dijo Bernardo Arévalo con la mano izquierda sobre la Constitución y la derecha alzada pasada ya la medianoche. Se ponía fin así a la incertidumbre tras una jornada caótica en la que la investidura fue retrasada casi diez horas por las maniobras del Congreso saliente que declaró independientes a los 23 diputados de Semilla, amparándose en la orden judicial que había suspendido al partido por supuestas irregularidades en su creación en 2017.
Los guatemaltecos contuvieron la respiración durante horas ante estos últimos intentos por torpedear la investidura de Bernardo Arévalo y su vicepresidenta Karin Herrera. Su partido consiguió finalmente acuerdos con varios partidos políticos y recuperar la bancada y la presidencia del Congreso.
Este fue el último de los obstáculos que tuvo que enfrentar el nuevo presidente en los últimos meses.
Desde que, en junio pasado, el socialdemócrata pasara a segunda ronda contra la candidata aliada del oficialismo a la que ganó holgadamente con el 60% de los votos con su promesa de terminar con la corrupción en el país.
Pero sus detractores no estaban dispuestos a que este exdiplomático y sociólogo, hijo de Juan José Arévalo que presidió el país entre 1945 y 1951, accediera al poder y durante meses a través de la Fiscalía ha enfrentado una ofensiva para retirarle la inmunidad, suspender a su partido y anular los comicios, por supuestas anomalías.
La ceremonia de investidura se retrasó tanto que algunos de los invitados como el presidente chileno Gabriel Boric o el rey de España Felipe VI se tuvieron que ir de Guatemala sin ver a Arévalo con la banda presidencial.
Arévalo sustituye al derechista Alejandro Giammattei, que no asistió a la investidura y al que se le relaciona con la “élite corrupta”. Durante su mandato, decenas de personas, jueces, fiscales y también periodistas tuvieron que exiliarse.
A pesar de que Arévalo ya es presidente, los analistas coinciden en que la Fiscalía no cesará en su empresa de quitarle la inmunidad. El nuevo presidente tiene la intención de pedir la renuncia de la fiscal general, Consuelo Porras, cuyo mandato termina en 2026.
La investidura de Bernardo Arévalo y Karin Herrera estuvo rodeada de caos, pero también de mucha fiesta. Después de los atrasos ocasionados por el Congreso de la República, en especial del pacto de corruptos, los guatemaltecos esperaron diez horas y a la media noche celebraron la investidura con fiesta y bailes en la plaza central.
“Es primera vez que vengo, siento mucha alegría por los cambios que le vienen a mi Guatemala linda, porque la verdad hemos puesto la confianza primero en Dios y segundo en Bernardo Arévalo y Karin Herrera que van a hacer nuestra Guatemala mucho mejor”, dice a RFI, Xiomara Pérez de Puerto Barrios que acudió a la plaza a celebrar.
“Una pequeña chispa de esperanza, créame que no nos ha pesado estar acá bajo el sol, bajo la lluvia, con lo de hoy en la mañana no perdimos la esperanza con el apoyo de este pueblo que está hoy acá celebrando la democracia de Guatemala”, dice por su parte Rita Cinto de Ciudad de Guatemala.
“Estamos defendiendo la democracia, muy felices por tener a nuevas autoridades en nuestro país, queremos ver un país próspero con un futuro diferente”, afirma Sergio Cux de Cobán.