Por: Wilson Pérez
Abogado y Comunicador
Me identifico con Janes Austin sobre su concepto de la gente que en el tránsito de la vida, por coincidencia te acompañan en el andar de la existencia.
A veces elegimos y en otras nos eligen. Pareciera ser que es una cuestión de suerte poder coincidir con personas con las que, cuando uno pasa inventario, se alegra de haber coincidido en el mundo y en esta vida, de por sí dura, pesada, cruel, donde abunda el egoísmo, la hipocresía.
Sería tan gratificante poder encontrar personas que uno pueda amar y que amen a uno, en todas sus formas, con un amor ligero para cargar con él pero fuerte al mismo tiempo de comprobar, como sostiene Camus.
Aunque no deja de ser cierto el concepto de Ernesto Sabato sobre la suerte, cuando dice que “No hay casualidades sino destinos”.
Creo que tiene razón, porque sí, en cierta manera, uno no se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón.
Casi siempre terminamos encontrándonos con esos hijos’eputas que tenemos en nuestro subconsciente. Sabato sostiene su concepto basado en que “Porque si no, ¿cómo el encuentro con una misma persona no produce en dos seres los mismos resultados? ¿Por qué a uno el encuentro con un revolucionario lo lleva a la revolución y al otro lo deja indiferente?
Razón por la cual parece que uno termina por encontrarse al final con las personas que debe encontrar, quedando así la casualidad reducida a límites muy modestos.
De modo que esos encuentros que en la vida de cada uno nos parecen asombrosos, no son otra cosa que la consecuencia de esas fuerzas desconocidas que nos aproximan a través de la multitud indiferente”.
Así, marchamos un poco sonámbulos, hacia los seres que de algún modo son desde el comienzo nuestros destinatarios. Pero igual dà, ya sea por el destino, por casualidad, porque yo haya elegido o por que me hayan elegido a mí, al igual que Austin a muy poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto.
Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia.
Uno se asquea, se hastía, se molesta, sufre esa especie de desamor y tiende a execrar ciertos especímenes que uno acoge en su vida de buena gana y resultan ser tremendos rapaces y arpías.
Lo peor es cuando de alguna manera, producto del roce, se crean en ciertos modos, lazos de difícil ruptura, porque algún tercero sin culpa, sufra daño colateral. Es una situación en la nadie quisiera verse envuelto.
Si es cierto lo que Sabato plantea ¿Parece un poco razonable, verdad? Al final uno es culpable y no el destino, porque que ha sido un acto responsable del hombre haber decidido relacionarse con un mal nacido y debería, como sostiene Selma Lagerlof que “El hombre debe aceptar la consecuencia de sus actos, bien sabe el porqué los ha cometido”. Sin embargo, caramba!! Hay veces en la uno considera que no es tan culpable.
PD: contrario a los que algunos pudieran pensar, éste no es un texto de amargura o de tristeza, entiendan que, al igual que la fiebre en el cuerpo “La tristeza es también una especie de defensa”. Ivo Andrić.
Ante cualquier adversidad y le esté pasando algo similar a lo descrito, beban vino, lean un libro, y “Tengan cuidado con el vacío de una vida muy ocupada». Sócrates.
Recuerden también a Chabela Vargas “El amor es un paso. El adiós es otro… y ambos deben ser firmes, nada es para siempre en la vida”. He tirado una rosa al mar y he provocado un incendio…. bajo el agua.
Salud!! Por aquellas personas que quiero y saben que las quiero, no por palabras si por hechos; y feliz domingo les desea.