Danilo Cruz Pichardo
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La Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE) tiene programado un debate presidencial para el 24 de abril, con miras al proceso nacional a celebrarse el 19 de mayo.
En principio la invitación al evento se les formuló a Luis Abinader, Abel Martínez, Leonel Ferández y Miguel Vargas Maldonado, los cuales encabezan las boletas del PRM, PLD, FP y PRD, respectivamente, organizaciones que alcanzaron más del 5% en la contienda del 2020.
Sin embargo, se ha pedido que para el encuentro se incluya a los demás aspirantes, es decir, a Roque Espaillat, Fulgencio Severino, Virginia Antares, Carlos Peña y María Teresa Cabrera, los cuales estarían representando a entidades minoritarias.
El debate podría ser positivo y edificante para los electores, porque se conocerían propuestas hacia los diversos problemas que atraviesa la sociedad dominicana.
Hace mucho tiempo que en nuestro país los debates electorales deberían ser obligatorios, establecidos en la Ley Orgánica de Régimen Electoral (la 15-19) y bajo la mediación de la Junta Central Electoral, no por entidades de la sociedad civil.
Sin embargo, adicionalmente al debate del 24 de abril, es aconsejable la celebración de otro antes del cierre de campaña, porque las ideas expuestas por los candidatos serían más recientes y, en consecuencia, tomadas en cuenta por los dominicanos que acudirían a sufragar el 19 de mayo.
Si el espíritu del acontecimiento es que los electores valoren los planteamientos externados por los presidenciales, entonces resultaría muy provechoso para la democracia dominicana.
Esos debates no tendrían precedentes numéricos en teleaudiencia. Serían una especie de toque de queda, donde los dominicanos se quedarían en sus casas para presenciar el intercambio de ideas.
Desde ya se viene hablando, en círculos de opinión, sobre la conveniencia del evento y quién ganaría el mismo. La gran trascendencia de este cara a cara es que el jefe de Estado, Luis Abinader, ya confirmó su participación, un hecho nunca visto, pues en nuestro país los jefes de Estado suelen evadir ese tipo de polémica pública. Posiblemente piensan que no es necesario o que bajan de su nivel.
Es indudable que la atención estaría centrada en Luis Abinader y Leonel Fernández. A este último se le atribuye una amplia cultura y excelente capacidad de exposición, además de que fue presidente de la República durante 12 años.
Pero (¡Pero!) de esa larga experiencia los adversarios extraen posibles pifias, de manera que un aspecto que para algunos es una ventaja, para otros es un inconveniente.
Hay que reconocer que Luis Abinader se ha superado mucho políticamente. Y es que en un período presidencial de cuatro años posiblemente se aprende más que en dos maestrías de a dos años cada una. Vi a un comentarista televisivo decir que Abinader no es bueno improvisando, pero a un debate no se acude a improvisar.
Se improvisan las palabras, no las ideas, las cuales se estudian con profundidad, más que si fueran para un examen de tesis.
Un debate electoral no lo gana necesariamente el que regularmente haya exhibido mejor exposición. Lo gana el que exponga ideas claras, coherentes y precisas en el uso del tiempo.
Lo gana el que riposte mejor. Un turno de dos minutos, un candidato no puede tomarlo para defenderse. Lo ideal es que se defienda 30 segundos y el otro minuto y medio lo tome para ripostar y acorralar al adversario. Hay, además, que lucir seguridad de sí mismo, rostro relajado, vestimenta y gestos adecuados
Los candidatos presidenciales necesitan expresar sus ideas, pero siempre hacerlo con altura. El candidato que exhiba violencia, discurso insultante y palabras descompuestas se está descalificando ante la población que estaría frente a las pantallas televisivas.
Se puede anticipar que los mayores ataques los recibirían Luis Abinader y Leonel Fernández. En boxeo los golpes más fuertes son el recto, el gancho y el uppercut; en menor medida a Abel Martínez le tirarían y quizás Miguel Vargas Maldonado reciba algún jab de izquierda.
Hacia los demás, los cuatro mencionados, posiblemente se limiten, por asunto protocolar, a mencionar sus nombres.