Por Rafael Méndez
La frase “la cosa está buena, pero no se vende”, indica que la cosa está buena porque los productos están en el mercado, pero está mala porque la gente no tiene capacidad de compra.
En la expresión “la cosa está buena, pero no se vende”, en la presente coyuntura de la República Dominicana encapsula una ironía dolorosa, que al mismo tiempo refleja una realidad social y económica compleja, la que se torna verdad de pero grullo para una gran mayoría de las familias dominicanos.
Más claro aún: Quienes en la actualidad intercambian con muchas familias de diversos estratos sociales, sobre todo las de más bajos ingresos, verificamos una dramática paradoja que es una constante entre la mercancía que busca adquirir frente a la impotencia por la incapacidad económica, lo que lleva a “que la masa pobre tenga que hacer malabares para salir a flote mes tras mes”, como lo describiera sor Trinidad Ayala, en el Sermón de las Siete Palabras.
En medio de este panorama que para el oficialismo es idílico, pero que coloca las familias dominicanas a enfrentarse diariamente a una realidad desafiante: la falta de capacidad de compra para adquirir los artículos básicos, especialmente aquellos relacionados con las necesidades más básicas.
Mientras las góndolas de los supermercados y las tramarías de colmados lucen llenas de productos, muchas personas-familias observan, y hasta toman en sus manos impotentes, la mercadería que necesitan llevar a sus hogares, sin poder acceder a ellos debido a las barreras económicas que les separa.
La ironía de la situación no pasa desapercibida, y que la gente puede ver la mercancía perfectamente apilada en los estantes, y góndolas, pero la falta de recursos financieros les impide llevarla a casa. La comida, el agua, los medicamentos y otros artículos esenciales se convierten en lujos inalcanzables para aquellos que luchan por llegar a fin de mes.
Esta ironía no es solo una expresión de frustración, sino también una llamada de atención a las desigualdades que persisten en nuestra sociedad, en la que mientras algunos disfrutan de un nivel de vida cómodo y acceso a todas las comodidades, otros luchan por satisfacer sus necesidades básicas.
Situación social y la paradoja de comprar y vender
Para abordar esta situación, es necesario un enfoque integral que aborde las raíces profundas de la desigualdad económica, lo que implica políticas públicas que promuevan la inclusión social, el acceso equitativo a la educación y la salud, así como oportunidades económicas para todos los ciudadanos.
En última instancia, la ironía de “la cosa está buena, pero no se vende” nos desafía a reflexionar sobre las desigualdades que persisten en nuestra sociedad y a tomar medidas concretas para abordarlas. Solo entonces podremos asegurar que la verdadera abundancia se comparta equitativamente entre todos los dominicanos y dominicanas.
En la encrucijada de la economía dominicana, una paradoja persistente y palpable se manifiesta en la intersección entre la necesidad de comprar y la dificultad de vender, paradoja esta que encapsula una realidad compleja que enfrentan consumidores y vendedores en el mercado actual, en el que “grita el que compra y grita el que vende”.
Porque ambos sectores sienten que sobreviven indefensos, en medio de una realidad y unas perspectivas de vida que les acogota, y que al mirar la realidad del momento, y las perspectivas del futuro inmediato, experimentan igual sensación de verse engrapados en la misma encrucijada: uno con necesidad de comprar y otro con dificultad de vender.