Trujillo decreta la Ley Marcial, dos días después del ciclón San Zenón

Por Jeffry Jiménez

(Todo aquel que encuentren en las calles con un Cuchillo O un Alicate,,,, ¡Mátenlos….
El 3 de septiembre de 1930, la ciudad de San Domingo de Guzmán, fue devastada por el ciclón de San Zenón. Ocasionó la mayor tragedia causada por un fenómeno de ese tipo en la República Dominicana. Murieron más de dos mil personas y la ciudad quedó desolada.

Cuando se produjo el ciclón el presidente Rafael Leónidas Trujillo Molina, tenía 18 días en el poder. Había sido juramentado como jefe del Estado el 16 de agosto de 1930.

Las consecuencias del huracán y el plan de recuperación que llevó a cabo le permitieron consolidarse en el poder y reelegirse en el año 1934. Al referirse al acontecimiento, el historiador y novelista Ramón Marrero Aristy, en su obra «La República Dominicana Origen y destino del pueblo cristiano más antiguo de América», volumen III, apunta:

«En las primeras horas de la tarde, con furia apocalíptica, el pavoroso huracán devastó la ciudad, dejando a su paso más de dos mil muertos y quince mil heridos, así como barrios enteros destruidos, convertidos en montones de escombros.

«Sobre la grave crisis económica, ésta furiosa descarga de la naturaleza sembraba el caos más espantoso. El presidente Trujillo se creció frente a la adversidad. Trabajando sin descanso en un despacho improvisado en la Fortaleza Ozama, dictó las disposiciones de emergencia encaminadas a restañar tan graves heridas, a mantener el orden, y a levantar el espíritu abatido de los habitantes de la Capital de la República».

En tanto, «El Congreso Nacional suspendió las garantías constitucionales, y le otorgó al presidente Trujillo poderes extraordinarios para tomar todas las medidas necesarias para iniciar la recuperación nacional, quien para tonificar el espíritu público lanzó una vibrante proclama el día 5, que fue una clarinada para impulsar el tremendo esfuerzo necesario para la reconstrucción».

En la ocasión el presidente Trujillo dijo: «Ante la enorme catástrofe que ha destruido la ciudad de Santo Domingo y sus contornos, me siento profundamente conmovido. El cuadro pavoroso que se ha ofrecido a mi vista tan pronto como la furia del viento me permitió lanzarme a la calle, ha herido en lo más íntimo mi corazón de ciudadano y de mandatario.
En el primer momento y bajo la turbación que me produjo tal fatal acontecimiento, brotaron de mis ojos lágrimas que nunca soñé derramar; pero consciente de mis responsabilidades me repuse prontamente y he concentrado toda mi energía y toda mi actividad en la tarea de proporcionar socorro a la población abatida por la terrible desgracio.

«He querido dar, ante todo, la impresión rápida y cierta de que el pueblo no ha sido ni será jamás abandonado por el Gobierno. No hay esfuerzo por grande que parezca que pueda ser escatimado en esta hora de dolor.

Sé que junto a mi están todos los dominicanos y los extranjeros que conviven con nosotros; que de todos los países amigos vendrán en socorro nuestro, según nos lo están anunciando los gobiernos respectivos; pero por encima de todo socorro extranjero que debemos agradecer sinceramente, está la misericordia inmediata del Gobierno que no abandonará ni por un momento su disposición a sostener al pueblo para que pueda soportar la terrible prueba a que lo ha sometido el destino».

El presidente Trujillo también destacó en su discurso a la Nación luego del ciclón de San Zenón: «El Congreso Nacional acaba de investirme de todos los poderes con el fin de facilitar la concepción y la ejecución de las medidas necesarias.

Tales poderes nada significarían para mí si no me hubieran sido otorgados como para robustecer la acción que ya yo había iniciado para hacer efectiva la ayuda del Gobierno a la población desvalida y para proteger las propiedades que escaparon de los estragos del vendaval.

La Ley Marcial ha sido, pues, declarada; pero esa medida extrema sólo ha podido ser tomada en interés de eliminar todo obstáculo a la obra de salvamento a que han tenido que dedicarse todos los elementos disponibles.

«Recomiendo, pues, la mayor serenidad posible y aconsejo resignación a todos aquellos que junto con las pérdidas materiales experimentadas han sufrido el gran dolor de perder sus familiares. En medio a tanta ruina, a tanta desolación, sólo el espíritu viril con que el pueblo dominicano ha sabido enfrentarse a las grandes vicisitudes de su historia, puede ayudarnos en la obra inmensa de reconstruir lo que hemos perdido».

Al dirigirse al país luego del ciclón de San Zenón, que devastó la Capital el 5 de septiembre de 1930, Trujillo concluyó:

Conciudadanos: «Yo también he visto lanzada a la calle mi familia; yo también he tenido que consolar la desesperación de los míos bajo la cólera del huracán; yo también estoy bajo el peso directo de la gran desgracia, y yo también he tenido que beber mis propias lágrimas ante este cuadro pavoroso que ofrece la ciudad Capital de la República. Estoy pues, identificado con el pueblo para sufrir con él y ayudarlo decididamente a reedificar sus hogares en ruina».

El historiador Ramón Marrero Aristy, anota que «Al conocerse en el mundo entero la noticia de la espantosa catástrofe que había semidestruido la ciudad de Santo Domingo, comenzaron a llegar auxilios de toda especie, más rápidamente de los países vecinos, que enviaron brigadas de médicos y enfermeros para atender a los millares de herido.

«Barcos de guerra de Holanda, Inglaterra, Estados Unidos, Cuba y otros países, llegaron a Santo Domingo con gran cantidad de alimentos, para sustentar la población, que se hallaba prácticamente bloqueada, pues las carreteras y puentes que a ella conducen habían sido destruidos por la violencia de las aguas que cayeron el día 3.

Marrero Aristy sostiene que la mayor contribución para el rápido restablecimiento de la normalidad la dio el propio presidente, quien, de día y de noche, se consagró a tomar las medidas pertinentes para que la catástrofe no hundiera al país definitivamente.

Apunta que al lado de Trujillo estuvo «toda la Nación, que acudió en masa a prestar su concurso a la Capital de la República. Fue una empresa de solidaridad nacional y de ingentes esfuerzos constructivos dirigidos personalmente por el presidente Trujillo.

Ley Marcial: La ley marcial abarca la limitación o supresión de ciertos derechos que el ordenamiento avala a las personas, anexando la aplicación de procedimientos sumarios en los juicios y sanciones severas de mayor peso de los que se sobreponen en situaciones catalogadas como normales.

En el mayor de los casos, la pena de muerte es implantada para crímenes que generalmente no se les atribuiría como crímenes capitales, tales como los robos o saqueos en momentos de catástrofes.

Sistema de estatutos o normas que se lleva a cabo luego de una declaración de tipo formal, cuando una determinada situación solicita que una supremacía militar adquiera la gerencia o dominio normal de la justicia de forma general o de un estado total.

Es decir que se le otorga la autoridad o el poder al cuerpo policial o militar referente a la administración, majeo o tutela del cuidado del orden público y el mantenimiento de la justicia; por ende se asume que la ley marcial impera en el caso de ser necesario apoyar las prácticas de organizaciones y autoridades militares.

Se debe de resaltar que hubo más de cien cadáveres qué se le atribuyó al Ciclón, ya que en el conteo hubo de los antisociales que salieron a las calles con cuchillos y Alicates, que como se anunció en el toque de queda: Las personas que encuentren con un cuchillo o un alicate- Fusilado, debido a que muchos arrancaba los dedos de los cadáveres para quitarles los anillos y el alicate, fue para los antisociales que le arrancaban los dientes de oro y de plata que se usaba en la época y así fueron fusilados una cantidad de personas que se le atribuyeron al poderoso San Zenón.

Fuentes: Historia Dominicana en Graficas.
Entrevista al Dr. Euclides Gutiérrez Félix.
Hemeroteca del Profesor Jeffry Jimenez.

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