
Por: Carlos Manzano
En los últimos días el gobierno ha venido anunciando, con bombos y platillos, que el próximo 16 de agosto llevará a cabo una «rendición de cuentas» al país sobre los resultados de la gestión del PRM durante los cinco años que le ha tocado conducir los destinos de la Nación.
Tal parece que no han bastado la rendición de cuentas que se hace los 27 de febrero, los miles de millones de pesos que se gastan en publicidad oficial, las continuas apariciones del Presidente por los diferentes medios de comunicación, La Semanal, o los centenares de periodistas e influencers comprometidos con la causa oficialista activados permanentemente por diferentes vías.
No se concibe que el gobierno dominicano haya convertido el 16 de agosto, Día de la Restauración, en un escenario de espectáculo político. Este día, cuando se conmemora la gesta patriótica que devolvió la soberanía a la República Dominicana en 1863, debe ser un momento de reflexión, respeto y homenaje a los héroes de la Restauración, no un escaparate para discursos proselitistas ni una plataforma de autopromoción gubernamental.
Esta práctica, llevada a cabo durante los últimos cuatro años, representa un irrespeto a la solemnidad de nuestras efemérides y a la memoria histórica de quienes lucharon por la independencia y la restauración de la República Dominicana.
La Constitución de la República es clara: el único día en que el Presidente está llamado a rendir cuentas ante la Asamblea Nacional (reunión de ambas Cámaras Legislativas) es el 27 de febrero, fecha que coincide con nuestra Independencia Nacional.
Todo intento de desplazar esa solemnidad hacia otras efemérides patrias para fines propagandísticos es una falta de respeto a los valores cívicos que nos definen como Nación.
El respeto a los días patrios no es opcional. Debemos exigir que estas fechas sigan siendo momentos de reflexión y unidad nacional, no plataformas para la politiquería.
Lo que hemos visto en los últimos años es preocupante: se ha utilizado el 16 de agosto como una oportunidad para resaltar logros del gobierno, lanzar mensajes políticos e incluso realizar actos que poco tienen que ver con el sentido original de la fecha.
Al hacerlo, se trivializa un día que debería recordarnos la valentía de quienes enfrentaron a un imperio extranjero para devolvernos la libertad.
Convertir el 16 de agosto en un acto partidario es, además, un acto de politiquería que erosiona la institucionalidad. Las efemérides patrias no son un escenario para medir fuerzas políticas ni para reforzar narrativas oficiales. Son días para la Nación entera, no para un partido en particular.
El país merece respeto, y nuestras fechas históricas, también. Si de verdad queremos fortalecer la identidad nacional y fomentar la conciencia cívica, debemos preservar la solemnidad de los días patrios, alejándolos del ruido electoral y de los intereses del poder de turno.
El 16 de agosto debe ser un día para honrar la Restauración, no para manipularla con fines políticos. Es hora de exigir que se cumpla con el espíritu de la Constitución y que el gobierno deje de apropiarse de la memoria nacional para su conveniencia.
No se honra a los héroes de la Restauración con fuegos artificiales de propaganda, ni con discursos cargados de estadísticas dudosas, ni con montajes que buscan aplausos partidarios. Se les honra con reflexión, respeto, educación cívica y preservando la solemnidad que ellos merecen.
El 16 de agosto no es propiedad de ningún gobierno ni partido. Es del pueblo dominicano. Convertirlo en un escenario de marketing político es una bofetada a la memoria de Gregorio Luperón, Benito Monción, Santiago Rodríguez, Gaspar Polanco, y todos los restauradores que dieron la vida para que hoy tengamos patria.
Ya basta de que el poder de turno use la historia como disfraz y la patria como escenografía. Quien juega con los símbolos nacionales erosiona la institucionalidad y demuestra que el afán de propaganda está por encima del respeto a la Nación.
El pueblo debe exigir que nuestras fechas patrias se respeten.
El 16 de agosto no es para politiquería. Es para recordar que, cuando la dignidad nacional estuvo en peligro, hubo dominicanos que no se vendieron al poder. Ojalá el gobierno aprendiera de ellos.