Por: Juan Ariel Jiménez

Cinco años después de que el PRM llegara al poder, lo natural es hacer un balance. Claro, hay dos maneras de hacerlo: la del gobierno, con titulares y redes sociales que repiten hasta el cansancio frases como “histórico”, “nunca antes visto” o “por primera vez en la historia”; o la que se hace revisando las cifras oficiales, que muestran una historia muy distinta.

En estos cinco años se ha registrado el mayor endeudamiento de la historia reciente. Según las estadísticas oficiales de la Dirección General de Crédito Público, la deuda del sector público consolidado aumentó en 27,697 millones de dólares desde agosto de 2019 hasta junio de 2025, más que en los ocho años de Danilo Medina, cuando subió 23,332 millones.

Eso significa que con Abinader nos hemos endeudado a razón de 15 millones de dólares diarios, casi el doble de los 8 millones diarios del período anterior.
Ante esta situación, la pregunta es inevitable: ¿qué ha recibido el país a cambio de tanto préstamo?

En materia económica, el resultado es decepcionante. Entre 2022 y 2025, el crecimiento promedio sería de apenas 3.8%, muy por debajo del 6% alcanzado en períodos anteriores.

Un ejemplo de la ralentización de la economía es que en el año 2023 fuimos el país de menor dinamismo económico en la subregión de Centroamérica, situación que se repite ahora en enero-junio 2025. Y es que antes solíamos liderar la región, pero ahora competimos por el último lugar.

El problema es que cuando la economía se frena, no se crean suficientes empleos y el poder adquisitivo de los salarios se estanca. A modo de ejemplo, el salario del trabajador mediano apenas aumentó 7,688 pesos entre 2019 y 2025, mientras que la canasta básica se encareció en 11,667 pesos. Eso significa que miles de trabajadores han perdido cerca de 4,000 pesos de poder adquisitivo en lo que va de este gobierno.

En el sector educación tampoco hay buenas noticias, como bien lo saben los miles de padres que cada año luchan por encontrar un cupo para sus hijos en las escuelas del país.

Según los datos oficiales del Ministerio de Educación, en el año escolar más reciente hubo 87,339 estudiantes menos que en el año escolar 2018-2019. Este retroceso afecta a todos los niveles: 30,208 menos en primaria, 63,120 menos en secundaria y 49,812 menos en educación de adultos.

En pocas palabras, por primera vez en la historia reciente la República Dominicana muestra una disminución de la cobertura escolar. Este desplome en la cobertura no solo constituye un récord negativo local, sino también internacional.

Según informaciones del Banco Mundial, la República Dominicana está entre los cinco países del mundo con mayor caída en la cobertura primaria y secundaria desde 2019.

Y esto solo a nivel de cobertura, porque el daño a la calidad educativa es aún mayor.

El presente gobierno eliminó el programa de docentes de excelencia, cambió la normativa docente para volver al modelo anterior de formación masiva sin calidad, sustituyó a directores regionales y distritales que habían ganado un concurso por nombramientos políticos sin evaluación previa, y abandonó el programa de formación situada en el aula.

Pero el deterioro no se queda en educación, también se evidencia en salud. Según informaciones oficiales del Ministerio de Salud Pública, la tasa de mortalidad materna subió de 94 en 2019 a 125 en 2024, uno de los peores retrocesos en décadas.

La tasa de mortalidad neonatal también empeoró, pasando de 12 a 13.1 en el mismo lapso. En América Latina, la República Dominicana es uno de los pocos países donde estos dos indicadores retrocedieron en lugar de mejorar.

Pero para evidenciar el declive en salud no hay que ir a las estadísticas, basta con visitar las farmacias del pueblo para ver que escasean los medicamentos o notar que el programa de medicamentos de alto costo prácticamente ha desaparecido, algo que el director anterior de PROMESE justificó diciendo que “los almacenes están llenos de medicamentos, pero el presupuesto limita su distribución”.

Ante este panorama, lo importante no es solo describir los problemas, sino proponer soluciones. Retomar la construcción de escuelas mediante sorteos ayudaría a reducir el déficit de aulas y, de paso, dinamizar la economía en distintas provincias.

En salud, un plan de construcción de centros de primer nivel de atención en todo el país permitiría un mejor acceso para mujeres embarazadas y recién nacidos, garantizando un seguimiento oportuno en etapas críticas.

Además, fortalecer la atención primaria sería el primer y más importante paso para verdaderamente mejorar la salud del pueblo dominicano, pero lamentablemente hay que admitir que todos los gobiernos (incluyendo los anteriores) descuidaron este importante eslabón del sistema.

Por supuesto, en ningún caso la infraestructura es una solución en sí misma, pues debe ser acompañada de un adecuado proceso de formación y capacitación del personal, mejoras administrativas y adecuados incentivos que premien el desempeño.
Y es que la infraestructura es una condición necesaria pero no suficiente para un adecuado servicio público, pues al final solo las políticas públicas bien pensadas e implementadas pueden transformar positivamente la calidad de vida de las personas.

En definitiva, estos cinco años de gobierno se pueden resumir en mucho gasto, mucha deuda, poco avance. Al final, la propaganda oficial podrá repetir “histórico” hasta el cansancio, pero la historia que cuentan las cifras del propio gobierno es la de un retroceso en la calidad de vida de los dominicanos.

No obstante, todavía quedan tres años de gestión y el rumbo puede corregirse, pero para eso hay que prender con fuerza los motores de la inversión pública y pasar de anuncios a políticas públicas.