Los métodos modernos de la educación

Por Wilson Pérez

Hoy he asistido obligado, casi, al acto de graduación de mi hija al tercer curso de básica. Durante el acto me surgieron estos razonamientos que comparto con ustedes.

Ha terminado el año escolar. Conjuntamente con ello inicia un respiro para los padres por los esfuerzos financieros que esto supone para costear el pago de colegiatura y demás actividades que los nuevos “negocios” métodos modernos de educación exigen: excursiones, actividades conjuntas, proyectos, entre otras.

Asimismo descanso por el esfuerzo humano que implica llevar y recoger al colegio, y en el caso de ciertos padres, como quien escribe, tener que involucrarse en las tareas diarias.

Hoy la educación se supone más integral, más herramientas, más completa, sin embargo los resultados que se obtienen son cada vez, lamentablemente, más pobres.

Cada día los productos que salen de nuestro sistema educativo, son un verdadero desastre en todos los índices de medición: conocimiento, comprensión, razonamiento, menos en ciudadanía, moral y cívica.

Cuando fui estudiante, aún con lo desactualizado y carencias que el sistema del tiempo imponía, los egresados de nuestro sistema educativo era algo digno, ejemplar.

Los estudiantes que hoy se gradúan son un verdadero desastre, y peores son quienes los han formado. Quiero igualmente reconocer, aquellos estudiantes e igualmente profesores, que haciendo uso de su condición de individuo, han entendido y encontrado una vía distinta a la del montón.

Han entendido que el ser humano no siempre es formado por las circunstancias, sino que han decidido ser seres excepcionales que se anteponen a esas circunstancias y han querido ser justamente eso “excepcionales”.

Cuando cursé los estudios de formación académica que el sistema impone hasta su culminación universitaria, las cosas requerían más esfuerzo humano y había menos recompensa, estudiar era un privilegio y aprobar el curso era una obligación.

Hoy es todo lo contrario, estudiar supone una obligación y aprobar el curso un privilegio, que debe ser celebrado con bombos y platillos,  en todos los niveles, porque según la nueva corriente sicológica del “negocio” hay que incentivar y reconocer el esfuerzo “extraordinario” de ir a la escuela, ni siquiera de estudiar.

Agotado el preámbulo de lo que me ha motivado escribir estas letras, voy a referirme al negocio de los centros educativos, privados y públicos, con los actos de graduación en todos o casi todos los niveles, porque más allá de “reconocer” los “esfuerzos”  estudiantiles es hacer negocios, con el dinero de por si poco de algunos padres, a través de la manipulación de sus hijos. Han descubierto que la cosa da resultado y primero iniciaron con la famosa “foto escolar” de cada año, ahora vamos por más, hay que hacer graduación.

Antes había dos fiestas de graduación estudiantiles, una al culminar el cuarto de bachiller y otra al finalizar la universidad.

La graduación del nivel medio, era organizada por un comité de los mismos estudiantes, que acogían la forma y lugar del acto, en razón de sus recursos y ellos mismos se rendían cuenta.

Las graduaciones de hoy son organizadas y negociadas por los centros educativos con empresas asociadas, en el caso de los centros públicos y en el caso de los privados, con empresas que son parte del mismo oligopolio, como muchas cosas en nuestro país donde la idealización del libre mercado como modelo equilibrador de precios, por medio de la oferta y demanda, que impone el sistema capitalista es sólo una utopía.

Los directores de centros educativos y profesores “vivos” son los que organizan todas las actividades extraescolares para hacer negocios a través del descubrimiento de un sistema monopólico, sin rendir cuenta a nadie.

Es penoso ver cómo a los jóvenes en algunos casos deben pedir en retenes de calles o son obligados a vender una cuota de boletas entre familiares y amigos para favorecer unos “vivos” que manipulan la conciencia de incautos que no saben que están siendo explotados.

Manipulan los padres por medio de sus hijos para obligarle a hacer un esfuerzo económico, ya de por si extraordinario para ellos hacer negocios. Utilizan la inocencia del niño y la supuesta “felicidad” que el acto de graduación supone, debido a que cuando uno es niño, puede prescindir de las explicaciones.

No exige que todo tenga sentido y no hay forma de explicar a un hijo manipulado que su papá no tiene dinero para la “graduación”.

Establecen un sistema de propaganda para crear en el niño un sentimiento de culpa y de rechazo si no se celebra su “graduación”, no sabiendo que el niño siempre es feliz, porque el niño al igual que el adulto, para ser feliz, solo es preciso no saberlo.

Crean conciencia en un niño y siembran en ellos una culpa que no tienen la capacidad de manejar, lo enferman con el materialismo, la fastuosidad, la fantochería, lo inmaterial, vago y sin sentido, porque el niño carece de conciencia.

El Ministerio de Educación debería regular estas actividades extraescolares que se han convertido en un jugoso negocio para quienes se involucran. No es cierto que un profesor, por pura filantropía se vaya a involucrar en actividades que nada aportan en la formación sin interés económico. Yo particularmente no lo creo.

Autor: Wilson Pérez abogado y comunicador con maestría en derecho y relaciones internacionales de la universidad del país vasco San Sebastián España.

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